Todos aquellos que en la rosca de reyes tuvieron la fortuna
de encontrarse un niño Dios en su rebanada, tendrán este jueves la ocasión de
cumplir con el mandato tradicional de obsequiar a sus comensales con el típico
platillo de los tamales.
Esta tradición
centenaria que se celebra en México entre la numerosa feligresía católica, es
un ejemplo más del singular sincretismo que se vive en el país. En esta
sencilla celebración, se conjunta un alimento mexicano tradicional: el maíz,
elaborado en forma de tamal, con una advocación mariana de las más
significativas.
En efecto, cada
dos de febrero se celebra a la Virgen de la Candelaria, que no es otra sino la propia
Virgen María que en 1392 se apareció ante dos nativos guanches de las Canarias.
La Madre del Salvador llevaba entre sus manos una candela o vela encendida,
razón por la cual se le adjudicó el sobrenombre de la Candelaria, es decir, la
que lleva la candela.
La tradición
marca también que el dos de febrero fue el día en que se presentó al Niño Jesús
al Templo, tras guardar la Virgen su cuarentena a partir del 25 de diciembre,
día del natalicio del Niño Dios.
Cuarenta días de fiestas: desde Navidad hasta el día de la Candelaria
De modo que la
grey tiene una larga serie de fiestas sagradas a partir de la víspera de
Navidad hasta el dos de febrero: el nacimiento de Jesús, la visita que le hicieron
los Reyes Magos, y su presentación al Templo.
Tenemos entonces
ya explicado y comprendido uno de los elementos esenciales de la “tamaliza” que
los mexicanos tienen al iniciar febrero. El otro ingrediente de la festividad
son los autóctonos tamales.
El arqueólogo
Karl Tauber opina que los tamales son originarios de la cultura maya,
específicamente del Petén, que los creó en el año 100 antes de nuestra era. A
partir de ahí se divulga su elaboración a toda Mesoamérica, volviéndose una
vianda muy popular debido a la sencillez de su preparación.
Básicamente es el
tamal una pieza rectangular hecha a base de pasta de maíz; suele ir rellena
de carne y acompañada con salsas, chiles, o fruta dulce. Se acostumbra envolverlo
en hojas vegetales, ya sea de mazorcas de maíz, de aguacate, de plátano, de
tlanepa o de maguey.
Los aztecas
tenían en alta estima al maíz, alimento básico de su dieta. Creían que el maíz
se sacrificaba por alimentarlos, dejándose someter a crueles torturas para
convertirse en deliciosos platillos. Por ello, cada ocho años le dedicaban una
festividad de siete días de duración: el Atamalcualiztli. En ellos sólo comían
tamales simples o tamales de agua, hechos con maíz que no había recibido el proceso
convencional a base de chile y sal.
En opinión del
clero católico, el consumo en este dos de febrero de tamales y atole, es un
signo de preservación de la identidad cultural mexicana, nación devota que sabe
combinar una festividad importante como la presentación de Jesús en el Templo,
con elementos propios de la gastronomía local.
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