Es habitual relacionar a la masonería con grandes secretos y
conspiraciones inconfesables. La leyenda negra en torno a la masonería atribuye
a esta cofradía toda clase de infamias y traiciones. Sin pretender refutar ni
confirmar estas versiones, deseo compartir mi encuentro con esta centenaria
institución.
Siendo familiar de
masones activos, quienes guardaban la esperanza de hacerme iniciar algún día en
la hermandad, un buen día fui invitado a asistir a una tenida blanca.
Este evento
consiste en una ceremonia abierta al público, de manera que además de los
hermanos acuden invitados, y en suma, quienes estén interesados en conocer un
poco más de la masonería.
Nada más entrar,
encontramos que la logia está profusamente adornada con símbolos diversos,
entre los cuales destacan dos columnas, un rico cortinaje y un pulido piso ajedrezado.
Una exquisita pieza musical es interpretada por una pequeña orquesta de cámara,
integrada por jóvenes elegantemente vestidos. Los intérpretes se retiran tan
pronto termina su intervención, procediendo entonces los participantes a
realizar un profuso ceremonial en que se pronuncian los discursos propios de la
ocasión.
Un ancianito,
apoyado en su andadera, camina lentamente desde el frente de la sala con
dirección a la salida de la misma, pasa entre la apretada muchedumbre con muchas dificultades; al cabo de un cuarto
de hora logra salir del recinto… se dirige al excusado.
Una vez concluida
la serie de discursos, es hora de participar en el banquete. Los masones y
visitantes, vestidos con formalidad, aprovechan el ínterin para saludarse
efusivamente y hacer las correspondientes presentaciones.
Menudean las
sorpresas y novedades, al menos para mi persona: el conspicuo priista es
hermano del aguerrido perredista; el
elitista abogado es cófrade del licenciado al servicio de los trabajadores que,
por cierto, ha llevado un caso mío en meses pasados; el comerciante y el
periodista se estrechan en abrazo fraternal; el vendedor de productos
nutricionales es hermano del líder de Cruz Ámbar...
Mucho se habla de “el
diputado”, tardo mucho en comprender que no se refieren a un político sino a un
masón que será representante de la logia en una reunión del Oriente.
Por fin da comienzo
la comilona; en un ambiente relajado y pleno de camaradería se da buena cuenta
de las viandas, especialmente de arroz y carnitas, como en cualquier comida
campestre entre parientes. Un masón veterano cuenta algo de su larga
trayectoria, hasta donde lo permite la secresía de su grado. No falta el
hermano bonachón que, copa en mano pregunta solícito a la concurrencia:
-¿Qué es lo que quiere el enfermo?
-¡Salud! -responden en coro los convidados, apurando todos
el licor que les alegra los semblantes.
Así transcurre la
tenida blanca, hasta que poco a poco cada fráter se va retirando para reanudar
sus actividades mundanas.
Nada de sacrificios
de niños, nada de conspiraciones para quemar iglesias, ni de cruces invertidas,
invocaciones satánicas o cosas por el estilo.
Mucho lamento decepcionar
con mi relato a los amantes de las teorías de conspiración. Tal vez el mundo es
más aburrido de lo que suponíamos.
De acuerdo, ni siquiera soy masón, sólo acudí a una tenida blanca, no hay manera de que sepa lo que ocurre en una reunión entre iniciados. Por eso tendrás que averiguarlo tú mismo. Solicita tu ingreso a la orden, y si después de irradiar tu nombre a toda la organización, nadie impugna tu ingreso, serás admitido y podrás enterarte de primera mano de lo que realmente ocurre puertas adentro. Pero claro, no podrás divulgarlo.
De acuerdo, ni siquiera soy masón, sólo acudí a una tenida blanca, no hay manera de que sepa lo que ocurre en una reunión entre iniciados. Por eso tendrás que averiguarlo tú mismo. Solicita tu ingreso a la orden, y si después de irradiar tu nombre a toda la organización, nadie impugna tu ingreso, serás admitido y podrás enterarte de primera mano de lo que realmente ocurre puertas adentro. Pero claro, no podrás divulgarlo.