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jueves, 9 de febrero de 2017

Chane, el cruel jefe de los chaneques que vive en la tierra hueca

¿Hay seres inteligentes viviendo bajo tierra?

Se ha puesto de moda una teoría que asegura que la Tierra es hueca, y que en su interior viven avanzadas civilizaciones de seres no humanos muy inteligentes. Estos intraterrestres serían los verdaderos tripulantes de los platillos voladores y tendrían sus ancestros en otros planetas. La investigadora española Sol Ahimsa afirma que distintas razas humanoides habitan en ese sub mundo desconocido para nosotros: reptilianos, veganos, pleyadianos, etc., tienen sus hogares en la profundidad del planeta, lo que explicaría el por qué no es fácil verlos. Esto sería también la respuesta al enigma de extrañas apariciones de seres con aspecto de híbridos con los que se han encontrado nuestros ancestros en episodios extraordinarios.

Los demonios de la selva tienen jefe


    Las culturas ancestrales de nuestro país no son ajenas a estas creencias; para los indígenas del sur del estado de Veracruz, por ejemplo, en las grandes cavernas del subsuelo vive ni más ni menos que Chane, misterioso y poderoso señor que habita el inframundo como el Hades griego. Chane es un gran jerarca que tiene a su cargo los hombrecillos llamados chaneques. Estos seres diminutos, la versión nacional de los duendes y gnomos, son criaturas con aspecto de chiquillos traviesos, y disfrutan mucho causando miedo y toda clase de contratiempos a los humanos adultos; sin embargo muestran aprecio y respeto por los niños inocentes y los animales de la selva, a los que tratan de proteger.
   Chaneque, significa en la lengua local “el que vive en lugares peligrosos”. En efecto, estos siervos de Chane son difíciles de hallar, pues tienen su morada en lugares inaccesibles. Entre sus actividades se cuenta la de acosar hasta el pánico a los humanos de mala conducta. Si un humano que no les agrada viaja por la selva o el bosque, los chaneques se encargarán de causarle contratiempos y dificultades hasta conseguir que se extravíe. Si saben que una persona de mala conducta se halla en despoblado, los chaneques lo atacarán en pandilla, causando con ello el terror del sujeto, a causa de la apariencia demoníaca que adoptan los duendecillos. Aunque el individuo se refugie en un auto, de nada le servirá: los pequeños monstruos zarandearán la unidad y harán huir al humano. Es posible que el hombre necesite la asistencia de una curandera para que lo cure de espanto y le devuelva su alma, perdida a causa del miedo.
    A veces los chaneques, por pura travesura, apedrearán las casas de los aldeanos, les causarán estropicios y los molestarán con ingeniosas bromas, que no tienen el objeto de dañar a las personas, sino sólo de reírse un buen rato a costa de los seres humanos.
    Las personas bondadosas, los niños inocentes y los animalitos silvestres, sin embargo, nada tienen que temer de los chaneques, pues a ellos les agrada la gente buena y son protectores de la fauna. Los chaneque entonces harán lo posible para ayudar a esas personas y librarlas de los peligros.
La gente normal, ni tan buena ni tan mala, para evitar las chanzas de los chaneques, suele dejarles obsequios de su agrado, ya sean dulces, leche, aguardiente o cigarros. Se los depositan en lo profundo del bosque, al lado de los grandes árboles o cerca de los lugares de difícil acceso donde los pequeños demonios tienen sus moradas. O bien, pueden dejarlos a la entrada de las casas humana, los chaneques que lleguen en son de guerra al lugar olvidarán sus malas intenciones al ver los regalos, y muy contentos los consumirán, perdonando al generoso humano.
   Los chaneques no son los únicos extraños servidores de Chane. Este señor tiene a su mando también al burrito Lúputi y al gatito Shúnuti. Ni a Chane ni a sus siervos les agradan las personas adúlteras, y como todo lo saben nadie está libre de sus castigos. Un día, la mujer infiel tendrá que salir a despoblado, allí la sorprenderá el gatito, éste se transformará en una enorme fiera y devorará sin piedad a la pecadora.

No es mejor la suerte de los hombres adúlteros: a ellos se les aparece el burrito Lúputi. Este animalito acometerá a lengüetazos al mal marido y así es como dará cuenta de él. Quien piense que este castigo no es severo, debería revisar con cuidado la dentadura de los burros, la fortaleza de sus mandíbulas, que son tan fuertes que el hombre la pasará mal si el burrito se decide a morderlo; y peor le irá si el animalito está en celo, ya es bien conocida la generosidad con que la naturaleza dotó al asno.

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